<< Y la chica de la falda de cuadros acabó mojada, hecha pedazos y con una lágrima manchando su perfecto y delicado rostro, ante un día en el que debería de haber brillado el sol. >>
7:30 de la mañana, miércoles 30 de Abril.
Al norte de una isla perdida en el Atlántico, en una cuidad llena de magia en cada rincón. El sol brilla como acostumbraba a hacer antes de que llegasen las lluvias.
No hay nadie en la calle, ¿O sí? Por lo menos nadie que llame la atención del pequeño bulto, sentado en un banco de la Calle Mayor. Está esperando a alguien, o a algo. ¿Pero, que espera...?
Sentada como estaba, tuve la tranquilidad necesaria para poder pararme a pensar que era lo que me había sacado de casa tan repentinamente aquella mañana. ¿Que había sido? ¡Demonios! ¿Que era tan importante, que iba a pasar que fuera tan importante para sacarme de la cama a las 6:00, ducharme y vestirme con sumo cuidado, para que al final acabara allí, sentada en un banco, sin intuición que seguir o lugar a donde ir?
"Será el día" me dije. "Hoy hace bueno, de que me quejo, lo que sea me ha hecho tener más tiempo para disfrutar del día." "Piensa que vas a hacer ahora. No te puedes quedar ahí toda la mañana. Si eso, al menos tendrás que volver a casa."
Una gota de lluvia cayó en ese momento sobre su nariz. "¡El día a la porra! Esperaré a que deje de llover..."
Se cubrió la cabeza con la chaqueta vaquera y salió corriendo a ponerse bajo una cornisa, lo suficientemente grande para proteger su cabeza de la lluvia y esperó.
- "Hola." susurró alguien en su oído.
La chica se giró sobresaltada, un chico jóven unos dieciséis o diecisiete la miraba. Era alto y flaco. Nada había de demasiado especial en él, pero sus ojos le recordaban a algo...
- "¿Qué? ¿Te has quedado muda?" dijo de nuevo.
- "Perdona, ¿De que te conozco?" balbuceó ella.
El chico rió fuertemente.
- "Venga, no me tomes el pelo. Me conoces mejor que yo mismo. Tú sabes cómo soy."
- "Me debes de haber confundido con otra persona. No sé quien eres"
- "¿Cómo me voy a confundir? Eres la única aquí."
Efectivamente. La muchacha giró la cabeza en todas direcciones y no vió a nadie más. Ni un alma en la calle. Ni un coche circulando. Para su sorpresa, éste hecho no la sorprendió.
- "Bien. No me has confundido. ¿Que quieres de mí?"
Rió.
- "Lo de siempre."
- "¿Y eso es...?"
No llegó a terminar la frase y ya había obtenido su respuesta. Se vió envuelta en sus brazos. Besándolo.
"¿Qué hago? ¿Porqué...?"
- "¿Entiendes ahora? ¿Ya sabes quien soy?"
No contestó.
- "No me hagas tener que explicártelo. Si lo hago, será peor que la última vez."
Silencio.
El desconocido le agarró las muñecas y la besó de nuevo. Ésta vez sabía que él quería decirle algo con aquello, algo muy importante. Pero, ¿Cómo esperaba él que se concentrase si la besaba? La besaba... Y ella quería con todas sus fuerzas rendirse ante ese beso. Así lo hizo. Dejo de protestar y se rindió.
En ese momento, él la separó y después de recuperar el aliento dijo:
- "No lo estás entendiendo, ¿Verdad?"
- "Sí. Lo entiendo. Quieres que sea tuya y yo no me resisto."
- "Ese es el problema. ¡Joder! Te tienes que resistir. ¿Me recuerdas? ¿Sabes quien soy? "
- "No sé quien eres. Pero hay algo familiar en tí...."
- "¿Y no sabes que es?"
- "No."
- "Ahora piensa. Seguro que tienes la impresión de conocerme ¿No? Contesta con lo primero que se te
venga a la cabeza. ¿Cuál es mi color favorito?"
- "Azul eléctrico"
- "Correcto. ¿Qué nombre me hubieras puesto?"
- "Alejandro."
- "Correcto. ¿Por algo en especial?"
- "Porque te pega."
- "Hmm... Eso nunca me lo habías llegado a decir. Claro, que normalmente ya te habrías dado cuenta, lo que significa que ésta vez será mucho peor..."
- "¿El qué? Dímelo de una vez."
- "Lo tendrás que averiguar tú. ¿Cuál dirías que es mi razón de ser?"
- "... ¿Yo?"
- "Casi, sigue pensando"
- "Sueños..."
La chica le miró sobresaltada. Suplicándole con la mirada que le dijera que no era eso. El chico asintió entre frío y dolido.
La chica apareció de nuevo, sentada en el banco. Llovía. Ella todavía oía las últimas palabras que ese chico le dedicaba en su cabeza:
"Lo siento. Tantas veces he intentado salvarte y que no te des cuenta tan tarde... Perdóname. No pretendo hacerte daño, pero no puedo hacer nada. Sólo soy un sueño, tu chico perfecto."
Dedicado a Carlota. Porque ella sigue creyendo.
7:30 de la mañana, miércoles 30 de Abril.
Al norte de una isla perdida en el Atlántico, en una cuidad llena de magia en cada rincón. El sol brilla como acostumbraba a hacer antes de que llegasen las lluvias.
No hay nadie en la calle, ¿O sí? Por lo menos nadie que llame la atención del pequeño bulto, sentado en un banco de la Calle Mayor. Está esperando a alguien, o a algo. ¿Pero, que espera...?
Sentada como estaba, tuve la tranquilidad necesaria para poder pararme a pensar que era lo que me había sacado de casa tan repentinamente aquella mañana. ¿Que había sido? ¡Demonios! ¿Que era tan importante, que iba a pasar que fuera tan importante para sacarme de la cama a las 6:00, ducharme y vestirme con sumo cuidado, para que al final acabara allí, sentada en un banco, sin intuición que seguir o lugar a donde ir?
"Será el día" me dije. "Hoy hace bueno, de que me quejo, lo que sea me ha hecho tener más tiempo para disfrutar del día." "Piensa que vas a hacer ahora. No te puedes quedar ahí toda la mañana. Si eso, al menos tendrás que volver a casa."
Una gota de lluvia cayó en ese momento sobre su nariz. "¡El día a la porra! Esperaré a que deje de llover..."
Se cubrió la cabeza con la chaqueta vaquera y salió corriendo a ponerse bajo una cornisa, lo suficientemente grande para proteger su cabeza de la lluvia y esperó.
- "Hola." susurró alguien en su oído.
La chica se giró sobresaltada, un chico jóven unos dieciséis o diecisiete la miraba. Era alto y flaco. Nada había de demasiado especial en él, pero sus ojos le recordaban a algo...
- "¿Qué? ¿Te has quedado muda?" dijo de nuevo.
- "Perdona, ¿De que te conozco?" balbuceó ella.
El chico rió fuertemente.
- "Venga, no me tomes el pelo. Me conoces mejor que yo mismo. Tú sabes cómo soy."
- "Me debes de haber confundido con otra persona. No sé quien eres"
- "¿Cómo me voy a confundir? Eres la única aquí."
Efectivamente. La muchacha giró la cabeza en todas direcciones y no vió a nadie más. Ni un alma en la calle. Ni un coche circulando. Para su sorpresa, éste hecho no la sorprendió.
- "Bien. No me has confundido. ¿Que quieres de mí?"
Rió.
- "Lo de siempre."
- "¿Y eso es...?"
No llegó a terminar la frase y ya había obtenido su respuesta. Se vió envuelta en sus brazos. Besándolo.
"¿Qué hago? ¿Porqué...?"
- "¿Entiendes ahora? ¿Ya sabes quien soy?"
No contestó.
- "No me hagas tener que explicártelo. Si lo hago, será peor que la última vez."
Silencio.
El desconocido le agarró las muñecas y la besó de nuevo. Ésta vez sabía que él quería decirle algo con aquello, algo muy importante. Pero, ¿Cómo esperaba él que se concentrase si la besaba? La besaba... Y ella quería con todas sus fuerzas rendirse ante ese beso. Así lo hizo. Dejo de protestar y se rindió.
En ese momento, él la separó y después de recuperar el aliento dijo:
- "No lo estás entendiendo, ¿Verdad?"
- "Sí. Lo entiendo. Quieres que sea tuya y yo no me resisto."
- "Ese es el problema. ¡Joder! Te tienes que resistir. ¿Me recuerdas? ¿Sabes quien soy? "
- "No sé quien eres. Pero hay algo familiar en tí...."
- "¿Y no sabes que es?"
- "No."
- "Ahora piensa. Seguro que tienes la impresión de conocerme ¿No? Contesta con lo primero que se te
venga a la cabeza. ¿Cuál es mi color favorito?"
- "Azul eléctrico"
- "Correcto. ¿Qué nombre me hubieras puesto?"
- "Alejandro."
- "Correcto. ¿Por algo en especial?"
- "Porque te pega."
- "Hmm... Eso nunca me lo habías llegado a decir. Claro, que normalmente ya te habrías dado cuenta, lo que significa que ésta vez será mucho peor..."
- "¿El qué? Dímelo de una vez."
- "Lo tendrás que averiguar tú. ¿Cuál dirías que es mi razón de ser?"
- "... ¿Yo?"
- "Casi, sigue pensando"
- "Sueños..."
La chica le miró sobresaltada. Suplicándole con la mirada que le dijera que no era eso. El chico asintió entre frío y dolido.
La chica apareció de nuevo, sentada en el banco. Llovía. Ella todavía oía las últimas palabras que ese chico le dedicaba en su cabeza:
"Lo siento. Tantas veces he intentado salvarte y que no te des cuenta tan tarde... Perdóname. No pretendo hacerte daño, pero no puedo hacer nada. Sólo soy un sueño, tu chico perfecto."
Dedicado a Carlota. Porque ella sigue creyendo.
joder,eres l aputa ama; a ver cuando me dedicas a mi tus textos tan maravillosos.
ResponderEliminarObra maestra.
ResponderEliminarGracias ^^
ResponderEliminarq bonitoo ^^
ResponderEliminarWi!!!!!, que bonito bollito!!!! me encanta , muchas gracias !!!!, seguiré creyendo!!!!
ResponderEliminar