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A Tientas #003

Es mi segundo intento de empezar a escribirte de nuevo.

Creo que llueve fuera. No muy fuerte, si no oiría como el agua machaca el metal. Pero si que se escucha a los coches levantar el agua del asfalto y como vuelve a caer. El viento lo mece todo y su silbido también hace que algo golpee intermitentemente. Lejos pero resonante, el ruido interrumpe el silencio urbano. Casi me veo desvanecer de las ganas de escapar y fundirme.

Estas horas tenían que ser, para hallar un poco de paz. El silencio nervioso me calma sin motivo.

La cosas últimamente; todo últimamente acaba por sobrepasarme. Por llegar por encima de un nivel soportable para mis capacidades. La soledad marchita los sentimientos y mata las fuerzas; aniquila las ganas. No es soledad por tí. La soledad que siento, no es por no tenerte, aunque no pudiera sentirla mientras estaba contigo. Acaparabas todo el cariño que necesitaba, y durante mucho tiempo me cegaste para bien, mientras mi subconsciente sabía, que nadie más se preocupaba por mi. Me protegías lo suficiente como para no poder sentir esa soledad, y durante mucho mucho tiempo apenas la he sentido. Ahora, que ya no estás y ya no te corresponde a ti dedicarte, veo como ciertamente el mundo no me guarda calidez. Me resulta árido. Sin nadie que se preocupe, nadie a quien acudir y nadie con quien sentirse en casa; sólo queda soñar, y jugar a que las cosas van mejor de lo que van.

Y no es tanto un juego, como una realidad en la que vivo y me levanto cada mañana; en la que finjo, que soy despreocupadamente feliz, ingenua, tonta... Porque las conexiones me fallan en la cabeza. Porque la electricidad se ha vuelto rancia y lenta en vez de estridente y profusa como siempre me la he imaginado. Mi refugio, dañado e inservible a medias.

Porque si hay otra cosa que necesito para funcionar, es ese refugio. La sensación de que hay un lugar, un momento; algo que consigue que las cosas esten en su sitio y que mejoren, que el mayor desorden deje de parecer un problema y donde sienta que yo soy más yo y menos lo que las circunstancias prefieren que sea. Es a eso a lo que llamo yo 'casa'. Así me sentía contigo, y es eso lo que tantas y tantas veces he perdido con velocidad monstruosa; de la noche a la mañana, en un par de semanas, la tormenta asola la ingenuidad del corazón que quiere confiar y lo deja roto y dado la vuelta. No recuerdo entender nunca por qué. Nadie me explica por qué resulta tan fácil dejar de querer algo que quiere que lo quieran. Mi orgullo jamás me permitirá preguntar, o pretenderá agradar a nadie. Solo llora con el corazón vacío de esperanza ante la inmensidad de la incomprensión y la impotencia.

No sé, cuantas veces habrá levantado del suelo, por miles de razones distintas. No sé cuantas cicatrices llevará a cuestas. No sé si exagero. No sé de quien serán las culpas. Pero dan francamente ganas de desvanecer.

¿Por qué te hablo a tí? Porque lo que sea que pasó en cinco meses, solo puede llamarse cuento. Fue breve, intenso y con su principio abrupto y final inesperado. El esquema le va perfecto. Pero esque además existe otra cara que solo yo parezco capaz de ver; todo en ello parece muy relativo. Tuvo sus cosas perfectas y sus cosas normalmente felices, pero la otra cara, es la que me queda ahora. No sé que sentías de verdad en esa noche de luces y calles desiertas. Creí imaginármelo, pero me encantaría saber, no sé si para tranquilizarme o para abrirme los ojos de una vez, qué fueron esos meses para tí. Yo estoy harta de repetirlo y verlos pasar por mi cabeza y pensar, que no entiendo nada, que no te entiendo a tí. Estoy cansada de sentir el dolor de traición en el pecho, de que alguien en quien confiaba, alguien que me hacía sentir feliz, que me sonreía cuando sabía que lo necesitaba porque así me hacia sentir mejor; que volvía menos malo el día, si podía reírme de cuaquiera de tus teorías locas o monólogos que querías hacer interesantes de principio a fin, me abandona

Y si no sé que sentías aquella noche, imagínate los interrogantes que se forman en mi cabeza sobre aquellos paseos ínfimos de madrugada desde la puerta de tu casa hasta la puerta de la mía, con la mente sobria y a solas y sintiendo algo extraño dando golpes en la cabeza y una presión ajena en el estómago ¿Qué sentías tu entonces? Cuando quizás me cogías de la mano o me mirabas fijamente para llamar mi atención porque leías los fantasmas que deambulaban por mi cabeza el día que yo había decidido que amanecía gris sin más; y yo solo podía pensar, en que esos ojos querían decir más de lo que tú estabas dispuesto a hacer y preocuparte desde hacía tiempo. Por favor, ¿Qué fueron esos últimos y pálidos días para tí? Porque ahí no sé porqué, solo soy capaz de ver una ironía tan palpable, que poco tiene de casual. Sólo soy capaz de entender, que me matenías a ciegas, de lo que fuera que tus sentimientos sufrían.

Me jode, pensar en qué pensarás ahora. En si de verdad crees que todo esto es de lo más normal; que yo: si, bueno, estaré dolida pero ya se me pasará, porque soy fuerte. Quizás sientas que todo esto debería durar menos, que ojalá yo fuera menos rara y pudiera salir del paso con una sonrisa y un par de muestras públicas de que 'mi vida sigue adelante y estoy mejor que nunca'. Pero no soy así, y no me siento así, y todo eso, no me parece lo correcto. Igual que no lo es lo hermético que te has vuelto, y que en realidad has sido siempre, y la poca capacidad de dolerte de las cosas. No sé si tu serás tan feliz como lo pintas, pero yo me creeré que sí. Por creerme algo, vamos. Por poder conseguir las piezas del puzzle de mi cabeza, que no paro de romper en la incesante contradicción de no saber si mentirme y convencerme e intentar seguir, o torturarme un poco intentando entender lo que nunca me dejarás que entienda; lo que nunca he entendido: ¿Porqué el mundo se vuelve un lugar tan solitario a veces?

Eres el primero en dolerme diferente a los demás, pero no por ello tu dolor es especial o más fuerte. Es distinto nada más. Por eso pataleo de otra manera, con el grito en el cielo y no en silencio como lo he hecho hasta ahora cada vez que alguien me ha dejado atrás. Si es por no confiar, no confío en nadie con el paso del tiempo; y ya sea por dolores como el tuyo o dolores de los que tengo desde hace años, no suelo olvidarme de la sensación de estar ante el vacío y aguantar, hasta que tienes fuerzas para elegir entre dar un paso adelante o dar dos hacia atrás.


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