... y no sabes a que lado mirar.
El egoísmo.
Corrijo, H E D O N I S M O;
ha conquistado nuestros amaneceres. La creencia de que el mundo está aquí para hacernos felices; todo lo que hay aquí: playas, montañas, monzones, vientos, ríos, plumas, cielos, huellas, rayos de sol y estrellas. La belleza se creó para ser disfrutada, por nosotros. El materialismo, una escalera más en la que dar empujones por llegar a una cima tan cubierta por las nubes que no se distingue el final. Una carrera interminable que requiere una vida de dedicación. Y después desapareces.
¿Has pensado alguna vez en por qué corres tú?
La tierra existe desde antes que los sentimientos humanos, antes que nuestras necesidades, antes que la primera célula de piel, corazón y cerebro. La naturaleza sonríe; sonríe y bulle, pero no solo cuando te paras a mirarla. Sonríe, bulle y se une a la vida. Nos limitamos a formar parte del espectáculo. La belleza no está ahí para impactarte y hacerte sentir pequeñito, ni poderoso por poder acabar con ella; es una de las más maravillosas casualidades a las que les debemos la vida. Deberíamos luchar por ser capaces de encontrar el placer en esa contemplación tan estática y dinámica que dan las raíces de los tiempos, en lugar de jugar a morir en un ascenso ilusorio, que no tiene fin, porque es sencillamente tan cíclico, como que la felicidad no la da la riqueza que hemos querido imponer en el planeta. Aquí no somos más que los más terribles y pancistas huéspedes.
Inconscientes.
Ignorantes. Del verdadero ritmo. De que el hedonismo egoísta es uno de nuestros más graves defectos.
Echo de menos que la carrera pare. No tener que preocuparme por perderme y quedarme atrás. Porque si no vives a tres mil revoluciones no vives, parece. Que si la mente no lo aguanta y el cuerpo te grita basta, caminas pisando barro, lento; y si miras a tu alrededor, las cosas pasan porque sí. Sin que puedas tu rozar los hilos.
No dejo de sentir que eso es erróneo. No dejo de sentir que no puedo tomar tantas decisiones, que mi cerebro se gasta de intentar mantener la marcha. De continuar a la carrera.
Estos días parece que la vida que no va nada más que de caminar. Sin parar en ningún sitio. Sin mirar al suelo a ver por dónde caminas, y sin mirar a los lados. Hacia delante, rumbo al atardecer. Parece que estos días, la vida no va de pensar, si no de actuar. Hacer las cosas sin darles dos vueltas, sino media. Dejar que sigan su curso, de forma natural. Que estos días parece que la vida solo va de elegir. Derecha e izquierda, blanco y negro, el rubio y el moreno. Lados opuestos de la misma realidad. Conviven y se compenetran desde la distancia; ínfima e infinita.
El egoísmo.
Corrijo, H E D O N I S M O;
ha conquistado nuestros amaneceres. La creencia de que el mundo está aquí para hacernos felices; todo lo que hay aquí: playas, montañas, monzones, vientos, ríos, plumas, cielos, huellas, rayos de sol y estrellas. La belleza se creó para ser disfrutada, por nosotros. El materialismo, una escalera más en la que dar empujones por llegar a una cima tan cubierta por las nubes que no se distingue el final. Una carrera interminable que requiere una vida de dedicación. Y después desapareces.
¿Has pensado alguna vez en por qué corres tú?
La tierra existe desde antes que los sentimientos humanos, antes que nuestras necesidades, antes que la primera célula de piel, corazón y cerebro. La naturaleza sonríe; sonríe y bulle, pero no solo cuando te paras a mirarla. Sonríe, bulle y se une a la vida. Nos limitamos a formar parte del espectáculo. La belleza no está ahí para impactarte y hacerte sentir pequeñito, ni poderoso por poder acabar con ella; es una de las más maravillosas casualidades a las que les debemos la vida. Deberíamos luchar por ser capaces de encontrar el placer en esa contemplación tan estática y dinámica que dan las raíces de los tiempos, en lugar de jugar a morir en un ascenso ilusorio, que no tiene fin, porque es sencillamente tan cíclico, como que la felicidad no la da la riqueza que hemos querido imponer en el planeta. Aquí no somos más que los más terribles y pancistas huéspedes.
Inconscientes.
Ignorantes. Del verdadero ritmo. De que el hedonismo egoísta es uno de nuestros más graves defectos.
Echo de menos que la carrera pare. No tener que preocuparme por perderme y quedarme atrás. Porque si no vives a tres mil revoluciones no vives, parece. Que si la mente no lo aguanta y el cuerpo te grita basta, caminas pisando barro, lento; y si miras a tu alrededor, las cosas pasan porque sí. Sin que puedas tu rozar los hilos.
No dejo de sentir que eso es erróneo. No dejo de sentir que no puedo tomar tantas decisiones, que mi cerebro se gasta de intentar mantener la marcha. De continuar a la carrera.
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