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Aún oigo las risas cuando cierro los ojos. Ese tipo de cosas que recuerdas sin ponerles nombre, que amas sin saberlo. Encontrarte negando con la cabeza a la nada. Las locuras que sólo son eso; locuras, hasta que tienes que aprender a querer y atesorar.

En cualquier momento, por extraño que sea se me pasan por la cabeza esas miles de cosas y no me queda otra mas que echarlo de menos. No sólo son ellos. Me pasa últimamente con todo; no hago más que recordar y anhelar. Pero su sabor es el más amargo de todos. Amargo y dulce. Tal y como cualquiera os lo describiría. El resto de los sabores se acaban más rápido y no corroen todo lo que hay a su paso.

Herida por mí. Abandonada por ellos. Ignorada por el resto.

Así es como me siento cuando parezco quitarme la venda de gasa de los ojos y aparto las barreras de esperanza y adormilamiento de delante.

El tiempo sigue pasando, ya son meses en plural: una eternindad. Ya es demasiado tiempo. No tiempo sin verles a ellos en mi vida, sino tiempo sin reconocerla. A mi vidam a la chica que hay en el espejo. Todos los días esperándome allí, cansada o cabizbaja, intentando parecer fuerte, autosuficiente... Pero se le va de las manos. No engaña a nadie ya y no encuentra la forma de volver al antes quitándolos de la ecuación.

A veces me asfixia todo esto, repitiéndose, transformándo un día normal en otro más que meter en el saco que temo lleve el nombre de "los peores años de mi vida" y sonará todo lo tremendista que queráis pero poco a poco me lo voy creyendo más.

No eran ellos, y me lo han demostrado genial, pero no hay nadie sobre quien pueda dejarme caer y eso me asusta. Me causa un pavor tal, que me empuja a querer tirarme en mi cama y no levantar. Si le hago o no le hago caso depende del día. Ya hay alguna oportunidad de que me olvide del miedo por un pequeño espacio de tiempo. Es el tiempo lo que ha ido difuminando esa imborrable certeza de que estoy sóla y tengo que conseguir reconstruirme sin ayuda en un plazo máximo de un año y medio.

No hay nada más desalentador que esa certeza que no quieres terminar de creerte y sabes que está ahi.

Lo que si que eran ellos era casa. Un sitio donde pasara lo que pasara, estuviera bien o mal, estaría segura y no habría muchos otros sitios mejores para mí. Así me hacían sentir y así se siguen haciéndo sentir unos a otros ahora; pero yo ya no estoy. Nunca terminé de pertenecer, o eso parece si fue tan fácil prescindir de mí. Y una vez estás fuera, lo único que ves es cómo de ilusa puede llegar a ser la gente y lo exclusivos. y no en el buen sentido de la palabra, que son juntas las personas adecuadas metidas en un mismo espacio.

Sueñan, y eso a mí ya me parece estúpido. Con un mundo que podrán comerse algún día; dentro de unos meses cuando la madurez les iluminará con sabiduría y les dejará el camino libre. A ellos y no a otros, porque son especiales y de nada que muevan un sólo dedo, el curso de las cosas cambiará impulsado por todo su potencial. Pero todavía no, porque es muy pronto y ellos muy vagos y no es el momento ni el lugar; porque este no es su sitio. Pertenecen a algún lugar mayor, dónde están destinados a triunfar y ser los mejores en una vocación que todavía no conocen y que llamará a sus puertas buscándoles desde hacía siglos. Y mientras esperan, creen representar el Carpe diem moderno: 'Live Fast, Die Young' de la forma más icónica. Y es que debajo de todo eso, encima son personas profundas, sinceras consigo mismas, con los problemas de cualquier persona; pero son unos incomprendidos, y nadie entiende por lo que pasan salvo ellos y entre ellos. Y de ahí, que no salga nada, a no ser que sea por la irrefrenable admiración que cualquiera que los rodeé siente por ellos. O debe sentir, pero no exteriorizan por envidia.

No sólo el futuro les sonreirá a ellos, sino que ellos siempre serán ellos. Contra viento y marea, les lleve a donde les lleve el destino, mientras les mece en éxito incuestionable. Nunca se separarán, aunque sea sólo sus cabecitas seguirán conectadas.

Y todo eso lo sé. Lo sé porque he estado ahí, pero también he estado fuera, y les he escuchado hablar. Cada una de sus palabras con una seguridad inventada por ellos o sus prodigiosos cerebros. Y se olvidan de los demás porque no somos importantes. Se bastan y se sobran sólo con ellos.

Espero, por unas personas que una vez conocí y amé, que el golpe que os llevéis cuando acabe toda esta seguridad de la que creéis os habéis zafado, no sea tan titánico como supongo; y que sea únicamente el mismo que me llevé yo al caer, cuando me soltasteis.


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