Con el tiempo esto se ha convertido en impersonal y prosaico. Ya supongo que no es lo que era. Venir aquí a desahogarme no es lo mismo que crear arte ni nada parecido. Me duele haberlo perdido, que se me haya escapado de las manos sin hacer nada por evitarlo, como otras muchas cosas estos años.
Digo dolor como si se pareciera en algo a lo que siento. No describo con eso lo que siento. Describo aquello que creo debiera sentir. Ahora mismo se ha corrido un velo blanco entre mi cerebro y mis ojos. Prácticamente esto es lo único que veo. Y golpeo, sin pensar demasiado en cada paso que doy.
Son cosas que nunca decidí perder si no que al contrario, di por sentadas por ser tan mías entonces. Ahora miro hacia atrás y me siento entre ingenua e inerte. Como alguien a quien se le escapa un tren delante de las narices. Quizás esa frustración se parezca a esto que intento contar.
No sé ni por qué.
Venía aquí como suelo hacer, realmente a otra cosa. A desembarazarme de nuevo de ti. A tomar decisiones, hablar con mi subconsciente y gritar 'Eureka' tras poner un punto y final. Ya supongo que no es lo que era. Que las cosas no son tan fáciles como parecían serlo antes. Llegó a ser un interruptor; uno cuál salvavidas en un mar adolescente. Ahora no sé ni que me queda de eso. Restos. Chatarra. Sabiduría inventada. Palabras que me hacen vomitar emociones de nuevo como si estuvieran todavía arrugadas en mi estómago. Recuerdos. Y olvidos. Y algo más que todo eso también.
A lo que voy es que supongo que ya no sé a que vengo.
Es uno de esos futuros alimentados por mi ego, "Mi obra sencillamente se ha vuelto compleja. Se ha desembarazado de cánones y figuras retóricas rigurosamente estéticas de nuestra época, y pretende ser real. Cruda. Flujo de inconsciencia. A la par empática e inalcanzable."
Ya bueno, buena suerte con eso.
Lo cierto es que creo que no pararé de pensar. De dejar a mi ego imaginar futuros peligrosos, poco realistas y terriblemente pegajosos. No creo que pueda. Tampoco lo haré de venir aquí y desahogarme cuando me ahogue o cuando sienta que mi cabeza, mi ego y mis futuros predecidos lo hacen.
Sigo sin saber qué cara mía mostrarte mañana. No recuerdo cuál te mostraba. Cuál te hizo créete enamorado. Cuál te mereces. O cuál de todas esas me quedan por aquí limpias y planchadas. Hace meses que no sé bien que hacer con todas esas que se apilan contra la ropa sucia y ya no sé qué ponerme. Es como las últimas piezas de ropa interior incómodas, los pantalones de tiro bajo o las camisetas de tirantes. Son de mi talla, y mías. Me cuesta desprenderme de ellas, pero no dicen demasiado de mí y no me alegra precisamente ponérmelas.
Un girasol.
No seré eso para ti. Me encantaría mostrarme crudamente sincera. No sé siquiera, si alargar nuestra agonía más de lo necesario.
No me digas que te alegras de verme porque sería tan mentira, como que yo me alegro de verte a ti. Solo tienes ese nudo morboso sin engrasar en la garganta, del que te acabas de acordar hace más o menos 300 minutos.
Tranquilo que ya se te pasará.
Digo dolor como si se pareciera en algo a lo que siento. No describo con eso lo que siento. Describo aquello que creo debiera sentir. Ahora mismo se ha corrido un velo blanco entre mi cerebro y mis ojos. Prácticamente esto es lo único que veo. Y golpeo, sin pensar demasiado en cada paso que doy.
Son cosas que nunca decidí perder si no que al contrario, di por sentadas por ser tan mías entonces. Ahora miro hacia atrás y me siento entre ingenua e inerte. Como alguien a quien se le escapa un tren delante de las narices. Quizás esa frustración se parezca a esto que intento contar.
No sé ni por qué.
Venía aquí como suelo hacer, realmente a otra cosa. A desembarazarme de nuevo de ti. A tomar decisiones, hablar con mi subconsciente y gritar 'Eureka' tras poner un punto y final. Ya supongo que no es lo que era. Que las cosas no son tan fáciles como parecían serlo antes. Llegó a ser un interruptor; uno cuál salvavidas en un mar adolescente. Ahora no sé ni que me queda de eso. Restos. Chatarra. Sabiduría inventada. Palabras que me hacen vomitar emociones de nuevo como si estuvieran todavía arrugadas en mi estómago. Recuerdos. Y olvidos. Y algo más que todo eso también.
A lo que voy es que supongo que ya no sé a que vengo.
Es uno de esos futuros alimentados por mi ego, "Mi obra sencillamente se ha vuelto compleja. Se ha desembarazado de cánones y figuras retóricas rigurosamente estéticas de nuestra época, y pretende ser real. Cruda. Flujo de inconsciencia. A la par empática e inalcanzable."
Ya bueno, buena suerte con eso.
Lo cierto es que creo que no pararé de pensar. De dejar a mi ego imaginar futuros peligrosos, poco realistas y terriblemente pegajosos. No creo que pueda. Tampoco lo haré de venir aquí y desahogarme cuando me ahogue o cuando sienta que mi cabeza, mi ego y mis futuros predecidos lo hacen.
Sigo sin saber qué cara mía mostrarte mañana. No recuerdo cuál te mostraba. Cuál te hizo créete enamorado. Cuál te mereces. O cuál de todas esas me quedan por aquí limpias y planchadas. Hace meses que no sé bien que hacer con todas esas que se apilan contra la ropa sucia y ya no sé qué ponerme. Es como las últimas piezas de ropa interior incómodas, los pantalones de tiro bajo o las camisetas de tirantes. Son de mi talla, y mías. Me cuesta desprenderme de ellas, pero no dicen demasiado de mí y no me alegra precisamente ponérmelas.
Un girasol.
No seré eso para ti. Me encantaría mostrarme crudamente sincera. No sé siquiera, si alargar nuestra agonía más de lo necesario.
No me digas que te alegras de verme porque sería tan mentira, como que yo me alegro de verte a ti. Solo tienes ese nudo morboso sin engrasar en la garganta, del que te acabas de acordar hace más o menos 300 minutos.
Tranquilo que ya se te pasará.
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