15.12.14.
Ya lo dije en voz alta hoy en el ascensor. Estoy pensativa. Y pienso en muchas cosas.
Les miré a ellos, a mis padres; mi familia a la cara y me pregunte; y deseé con todas mis fuerzas ser un poco menos sensible, y poder preguntarles a ellos, si se acordaban, o acaso sabían lo bello que es el mundo.
Si no se sentían cada vez más lejos de la realidad y dentro de su propia cabeza, en la que lo que existe y es importante deja de serlo y deja paso a trivialidades y detalles vacíos; callejones sin salida, plagados de enfermedad y que te contagian por dentro. Les hacen ser personas, de esas que se dejan invadir por las circunstancias y se regocijan en lo feo de las cosas. Que cogen lo malo y no lo sueltan; no lo olvidan.
Incluso ellos; fuertes a su manera y enamorados de la vida, de lo bonito y lo bueno, parecen estar abstraídos protestando. Cabizbajos y murmurando cosas con o sin voz. No pueden solucionar lo que sea que pase, igual que yo no puedo curar al mundo; y tampoco puedo curarles a ellos.
Y se han olvidado. De que no pueden arreglarlo y de que deben olvidar. De lo grande que es todo lo demás que no son ellos y sus circunstancias.
Han caído a ciegas en una rutina tan conformista. Dentro de sus cabezas y su mundo pequeño y grande a la vez, no encuentran y han parado de buscar una salida. Se ven dentro, con todo lo malo que no para de dar vueltas y carga el aire. Hace tiempo que se desorientaron y me temo que hayan perdido la ilusión de soñar con el mundo de fuera. Después de tanto tiempo deberían de haberse acostumbrado a llegar a casa y olvidar todo lo anterior; dejar entrar a la realidad. Así serían más quienes son de verdad y menos quienes el cielo les empujo a ser.
3.01.15.
[..] Tampoco es que yo tenga mucho que enseñarles; la arisca reaccionaria de su hija. A mí me cuesta ver lo bonito y lo bueno de la realidad. Pero me esfuerzo, una y otra vez en no olvidarlo. A veces me obligo a buscarlo. A veces salta solo, lo tienes delante y lo admiras; se te entornan los ojos, se te emborronan. Y entonces los cierras y sabes que, una vez más te has metido un poquito más adentro de tu cabeza; que has sacado la sensibilidad de su econdite y estás expuesto a que te hagan daño, pero en ese instante, que se extiende mucho después hasta difuminarse, eres un poquito más feliz.
Y vengo aquí y leo para implosionar; y escribo, nada, una página o dos líneas para conocerme; y recuerdo para emocionarme y juzgarme. Y no lo cambiaría por ninguna realidad más ligera que la mía.
Lo peor de todo es que no mejoran. La medicina de la gente normal, la desconexión, no la hace mejorar a Ella. Sigue tal cual llegaba a casa cuando yo estaba sumida en mi cabeza y propia percepción del mundo y malhumorada. O incluso peor. Parece que se le escapen las ganas de moverse cada segundo que esta aquí dentro, y ya no debería ser así.
Debería estar mejor y ser más feliz.
Al no estarlo, lo único que puedo hacer es preguntarme, cuán peor se volverá cuando empiece el invierno y esto se acabe. Cuando me marche yo. Porque sé que él la quiere, pero no sé ya cuanto de eso esta ella dispuesta a aceptar, ni cuanto más está dispuesto él a aguantar. Temo por ellos; por los que sabían, en el pasado ver lo bonito y bueno de la vida y ya no son capaces. Ellos siguen siendo; Bueno y Bella. Pero ¿Quién va a hacer que se lo crean si no abren los ojos y lo ven ellos, o estan demasiado acostumbrados como para creérselo al otro?
¿Cuántos más habrá en el mundo a quienes habría que forzarles a ver belleza?
Ya lo dije en voz alta hoy en el ascensor. Estoy pensativa. Y pienso en muchas cosas.
Les miré a ellos, a mis padres; mi familia a la cara y me pregunte; y deseé con todas mis fuerzas ser un poco menos sensible, y poder preguntarles a ellos, si se acordaban, o acaso sabían lo bello que es el mundo.
Si no se sentían cada vez más lejos de la realidad y dentro de su propia cabeza, en la que lo que existe y es importante deja de serlo y deja paso a trivialidades y detalles vacíos; callejones sin salida, plagados de enfermedad y que te contagian por dentro. Les hacen ser personas, de esas que se dejan invadir por las circunstancias y se regocijan en lo feo de las cosas. Que cogen lo malo y no lo sueltan; no lo olvidan.
Incluso ellos; fuertes a su manera y enamorados de la vida, de lo bonito y lo bueno, parecen estar abstraídos protestando. Cabizbajos y murmurando cosas con o sin voz. No pueden solucionar lo que sea que pase, igual que yo no puedo curar al mundo; y tampoco puedo curarles a ellos.
Y se han olvidado. De que no pueden arreglarlo y de que deben olvidar. De lo grande que es todo lo demás que no son ellos y sus circunstancias.
Han caído a ciegas en una rutina tan conformista. Dentro de sus cabezas y su mundo pequeño y grande a la vez, no encuentran y han parado de buscar una salida. Se ven dentro, con todo lo malo que no para de dar vueltas y carga el aire. Hace tiempo que se desorientaron y me temo que hayan perdido la ilusión de soñar con el mundo de fuera. Después de tanto tiempo deberían de haberse acostumbrado a llegar a casa y olvidar todo lo anterior; dejar entrar a la realidad. Así serían más quienes son de verdad y menos quienes el cielo les empujo a ser.
3.01.15.
[..] Tampoco es que yo tenga mucho que enseñarles; la arisca reaccionaria de su hija. A mí me cuesta ver lo bonito y lo bueno de la realidad. Pero me esfuerzo, una y otra vez en no olvidarlo. A veces me obligo a buscarlo. A veces salta solo, lo tienes delante y lo admiras; se te entornan los ojos, se te emborronan. Y entonces los cierras y sabes que, una vez más te has metido un poquito más adentro de tu cabeza; que has sacado la sensibilidad de su econdite y estás expuesto a que te hagan daño, pero en ese instante, que se extiende mucho después hasta difuminarse, eres un poquito más feliz.
Y vengo aquí y leo para implosionar; y escribo, nada, una página o dos líneas para conocerme; y recuerdo para emocionarme y juzgarme. Y no lo cambiaría por ninguna realidad más ligera que la mía.
Debería estar mejor y ser más feliz.
Al no estarlo, lo único que puedo hacer es preguntarme, cuán peor se volverá cuando empiece el invierno y esto se acabe. Cuando me marche yo. Porque sé que él la quiere, pero no sé ya cuanto de eso esta ella dispuesta a aceptar, ni cuanto más está dispuesto él a aguantar. Temo por ellos; por los que sabían, en el pasado ver lo bonito y bueno de la vida y ya no son capaces. Ellos siguen siendo; Bueno y Bella. Pero ¿Quién va a hacer que se lo crean si no abren los ojos y lo ven ellos, o estan demasiado acostumbrados como para creérselo al otro?
¿Cuántos más habrá en el mundo a quienes habría que forzarles a ver belleza?
"Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo."
- José Ortega y Gasset
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