Las ciencias antiguas. Las lenguas muertas. Las ganas.
Las ganas de rodearme y cubrirme con todo lo que me envuelve. Camuflarme y ser vista como algo irrepetible. De girar y que el mundo siga haciéndolo a su propio ritmo. Vivir cosas más rápido y retenerlas todas en recuerdos, disfrutar de ellas cuanto quiera. A su vez, de parar el frenesí que alimenta al mundo en el que vivo y forma parte del aire que respiro, para poder disfrutar cada roce, cada palabra, cada pensamiento, cada melodía, como si cupiera pensar que fuera la última. Una última para aprender más y a ser mejor. Mejor para mí y no según al resto le parezca; bueno según mis propias normas y aprender para enriquecerme yo. Como persona. Como una persona más.
Me produce pavor la simple idea de que parece que la gran mayoría anda por la calle, con un objetivo, a un sitio concreto pero sin la más remota idea; ni siquiera un pensamiento fugaz que les cruce la diagonal dentro de sus cabezas, acerca de cómo quieren ser. En qué clase de persona están dispuestos a convertirse.
Parece que el tiempo ha pasado para traernos cosas nuevas, y nos hace olvidar otras cosas a cambio. Pero siguen ahí cómo para que alguien las estudie como las anécdotas que son para el resto. Yo no las creo obsoletas. No creo en la filosofía que se reduce a la nomina de griegos clásicos, germanos y anglosajones contemporáneos que se atrevieron a pensar en voz alta sobre el cambio que había venido con el tiempo. Como tampoco creo que un disco; un vinilo ya no interese a nadie ni sirva para nada. Cumplen su función para aquellos que todavía saben aprovecharse de su utilidad y disfrutan con ella.
Así hay mil cosas que se han quedado 'atrás' porque nadie ha querido recogerlas de donde fueron tiradas. Sus misterios a nadie importan ya. Dejaron de servirnos hace mucho o eso se decidió con un: 'más y mejor'. Querrais o no, aunque dentro de días o años se apague nuestra luz, arropados en amor y afecto, habiéndo hecho algo por el mundo o pasando inadvertidos por la vida; también seremos algo a lo que dejar atrás, testigos de algo, que nadie jamás conseguirá entender tal y como nosotros vivimos. Seremos una libreta de historia destrozada por el tiempo, un diario, el disco duro de nuestro ordenador o un perfil en la red.
Abandonados.
Las ganas de rodearme y cubrirme con todo lo que me envuelve. Camuflarme y ser vista como algo irrepetible. De girar y que el mundo siga haciéndolo a su propio ritmo. Vivir cosas más rápido y retenerlas todas en recuerdos, disfrutar de ellas cuanto quiera. A su vez, de parar el frenesí que alimenta al mundo en el que vivo y forma parte del aire que respiro, para poder disfrutar cada roce, cada palabra, cada pensamiento, cada melodía, como si cupiera pensar que fuera la última. Una última para aprender más y a ser mejor. Mejor para mí y no según al resto le parezca; bueno según mis propias normas y aprender para enriquecerme yo. Como persona. Como una persona más.
Me produce pavor la simple idea de que parece que la gran mayoría anda por la calle, con un objetivo, a un sitio concreto pero sin la más remota idea; ni siquiera un pensamiento fugaz que les cruce la diagonal dentro de sus cabezas, acerca de cómo quieren ser. En qué clase de persona están dispuestos a convertirse.
Parece que el tiempo ha pasado para traernos cosas nuevas, y nos hace olvidar otras cosas a cambio. Pero siguen ahí cómo para que alguien las estudie como las anécdotas que son para el resto. Yo no las creo obsoletas. No creo en la filosofía que se reduce a la nomina de griegos clásicos, germanos y anglosajones contemporáneos que se atrevieron a pensar en voz alta sobre el cambio que había venido con el tiempo. Como tampoco creo que un disco; un vinilo ya no interese a nadie ni sirva para nada. Cumplen su función para aquellos que todavía saben aprovecharse de su utilidad y disfrutan con ella.
Así hay mil cosas que se han quedado 'atrás' porque nadie ha querido recogerlas de donde fueron tiradas. Sus misterios a nadie importan ya. Dejaron de servirnos hace mucho o eso se decidió con un: 'más y mejor'. Querrais o no, aunque dentro de días o años se apague nuestra luz, arropados en amor y afecto, habiéndo hecho algo por el mundo o pasando inadvertidos por la vida; también seremos algo a lo que dejar atrás, testigos de algo, que nadie jamás conseguirá entender tal y como nosotros vivimos. Seremos una libreta de historia destrozada por el tiempo, un diario, el disco duro de nuestro ordenador o un perfil en la red.
Abandonados.
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