Me encuentro a veces una lágrima queriendo salir por no entender aquello que antes más cercano me era, que ahora está tan lejos y perdido entre la niebla. La niebla de que se me emborronen los ojos y tener que cerrarlos cegada por la luz y lo superficial y abrirlos de nuevo, realmente sorprendida por mi reticencia a soltarlo todo. A llorar.
El engranaje de mi cerebro marcha entonces solo y se lleva todas mis capacidades y yo voy por detrás de el, intentando entender que quiere decirme; ausente y poco receptiva, percibo una realidad distinta durante ese tiempo. El tiempo que tarde en volver a la realidad, triste, decepcionada, eufórica o como si nada hubiera pasado. Qué sé yo. Dolor de cabeza de sólo pensar en todo lo que me debería pasar por la mente y lo limitada que está. Todo eso y demás juegos macabros que me esperan y ponen mi aguante a prueba
Pero cuando se trata de tí y de esto de siempre, de volver atrás siendo perfectamente consciente de ello y saber donde empezó, a dónde vuelvo y que no me queda más que resignarme; debo de decir, que me duele. Me duele como una herida que se vuelve a abrir, de la que no te puedes preocupar, como un pellizco en un cardenal y el daño que se queda y se desvanece poco a poco.
Si por mi fuera, confieso que esto jamás pasaría. Porque no lo quiero. Quise darte espacio, todo el que necesitaras, por tí y no por mí. Quizás entonces fui egoísta y no querias eso, te sentiste apartado, dolido, traicionado... Mil cosas se me ocurren que podrían hacerte querer retroceder. Lejos de esto. Pero yo no quería antes y no quiero ahora, perder alguien que tiene tantísimo de mí, alguien en quien confío tanto como lo hago en tí. Con quien he pasado tantísimas cosas. Tantas. Que no. Que no quiero que me dejes y que tu complejidad abandone mi consciencia y que esas conversaciones nuestras sean algo que sólo recuerdes cuando me vaya. No quiero perder a mi amigo, con el que hablaba sin tapujos y del que aprendía a ser yo. Con quien no me costaba lo más mínimo serlo.
Tengo miedo si me dices que no te afecta porque se lo que pasará y sé que no quiero y que no hay nada que pueda hacer, ni haré nada, porque nada arreglará. Sólo pienso, en lo especiales que eramos, incluso antes de que nada empezara y en como vamos a acabar, y siento indiferencia, pero también un dolor agudo; negación.
¿Habrá algo que hacer todavía, o es este declive imparable?
El engranaje de mi cerebro marcha entonces solo y se lleva todas mis capacidades y yo voy por detrás de el, intentando entender que quiere decirme; ausente y poco receptiva, percibo una realidad distinta durante ese tiempo. El tiempo que tarde en volver a la realidad, triste, decepcionada, eufórica o como si nada hubiera pasado. Qué sé yo. Dolor de cabeza de sólo pensar en todo lo que me debería pasar por la mente y lo limitada que está. Todo eso y demás juegos macabros que me esperan y ponen mi aguante a prueba
Pero cuando se trata de tí y de esto de siempre, de volver atrás siendo perfectamente consciente de ello y saber donde empezó, a dónde vuelvo y que no me queda más que resignarme; debo de decir, que me duele. Me duele como una herida que se vuelve a abrir, de la que no te puedes preocupar, como un pellizco en un cardenal y el daño que se queda y se desvanece poco a poco.
Si por mi fuera, confieso que esto jamás pasaría. Porque no lo quiero. Quise darte espacio, todo el que necesitaras, por tí y no por mí. Quizás entonces fui egoísta y no querias eso, te sentiste apartado, dolido, traicionado... Mil cosas se me ocurren que podrían hacerte querer retroceder. Lejos de esto. Pero yo no quería antes y no quiero ahora, perder alguien que tiene tantísimo de mí, alguien en quien confío tanto como lo hago en tí. Con quien he pasado tantísimas cosas. Tantas. Que no. Que no quiero que me dejes y que tu complejidad abandone mi consciencia y que esas conversaciones nuestras sean algo que sólo recuerdes cuando me vaya. No quiero perder a mi amigo, con el que hablaba sin tapujos y del que aprendía a ser yo. Con quien no me costaba lo más mínimo serlo.
Tengo miedo si me dices que no te afecta porque se lo que pasará y sé que no quiero y que no hay nada que pueda hacer, ni haré nada, porque nada arreglará. Sólo pienso, en lo especiales que eramos, incluso antes de que nada empezara y en como vamos a acabar, y siento indiferencia, pero también un dolor agudo; negación.
¿Habrá algo que hacer todavía, o es este declive imparable?
Comentarios
Publicar un comentario