Tengo que decirte, que por esto odio las promesas. Til Kingdom Come
Me planteo si de verdad todo esto me duele o si solo me duele no entenderlo. No creo que esto de mucho más de sí. Resulta estúpido. Suena extraño mi cabeza. Se ha acabado. Es como si cuanto más lo repito, más consciente soy pero más raro suena. Toda la espiral de mí cabeza pretende encontrar su propio fin. Se que quiere extinguirse. Lo hará. Solo quiero que sea lo antes posible porque creo que no merece más la pena. No hay nada por lo que tenga que retroceder años y recordar sentimientos. Es simple y claro.
Se ha acabado.
La espiral esta hecha de bobadas y tonterías. De recuerdos de risas y de besos porque sí. Parecen las memorias de otra persona. Supongo, que como bien dicen, todo esto tiene sentido. Si era fácil estar contigo, tiene que ser fácil dejar de estarlo. No le quito importancia, ni niego para nada lo mucho que me gustaba. Al contrario. Tu y yo no traía dramas, solo empezó y acabó con uno, como todas las cosas en este mundo complicado en el que vivo. Ya sea por mí o por su propia naturaleza, es así.
Después de pocos días y sus pocas noches, he vivido como mi mente levantaba cada mañana afrontándolo de otra manera; se acostaba por la noche con una percepción distinta cada vez. Muchos cambios. Mucho movimiento. Supongo que mis mecanismos de defensa se han activado. Por lo menos en cuanto a dejar que las cosas se sucedan y punto. Me da igual. Me dueles porque siento que mi corazón esta hinchado, y que me has herido en mi consciencia. Pero no me importa ese dolor porque no creo que merezca mi atención. Al igual que no la merecen mis celos ni los retazos de recuerdos que despierta hasta tu ropa. Tu olor no me condenará. Tu semblante quizás tampoco. A tus ojos intentaré ganarles la guerra hasta que sienta que si miraras dentro de mí te darías cuenta de lo que siento . Por ahora no lo sé ni yo.
Tampoco tengo ninguna prisa. Creo ser consciente de las cuatro cosas que me mantienen a flote.
Fácil.
Sensible.
Consciente.
Ocupada.
Menos la primera, todas están siempre ahí conmigo. Y la que no lo está, es algo tuyo y mío y punto.
No soy de piedra, me harto a decirlo. Tampoco estoy tan segura de ser fuerte. Vivo las cosas, me duelen las cosas a mi manera, me afectan como lo hacen y soy como soy. La música me ayuda a no olvidarme de ninguna de esas cosas. Me ayuda a aguantar y me ayuda a romperme todo lo que se que debo y quiero. Pero cierto es, que siento más a menudo vacío y una profunda y estéril tristeza, que el dolor que todo el mundo se sorprende de no encontrar. Incluso yo lo hago. Seguro que tu también te sorprendes.
No lo esperes, no esperes encontrarme derrumbándome, deseando estar en tus brazos, porque nunca lo he hecho. Contigo no lo he necesitado. No éramos de esos; no éramos así. He ahí una bomba de relojería. Tampoco me esperes fingiendo que todo está bien. O lo está o no. Y si no lo está, no me esperes recurriendo a tí para curarme. Si lo está, no me esperes compartiéndolo contigo. Puedes confiar en mí, no vas a dejar de poder hacerlo, aunque ya no tengas ningún interés en ello realmente. Aunque me lo pidieras tantas veces, aunque me dijeras tantas veces lo mucho que te importo, no me lo creo, ninguna de las dos. Porque ya no sé discernir entre tu verdad y tu mentira. Las promesas eran de verdad, los planes también, y ya ves, he tenido que tacharlos todos.
He dejado de conocerte en pocos días, con sus pocas noches y siento como si le hubiera dado al botón de rebobinar hasta hace dos años, cuando no eramos mucho más que dos desconocidos, conectados vagamente por el futuro. Ahora igual, pero nos conecta el pasado. No te dedicaré mucho más que sonrisas, hasta que te des por satisfecho y dejes de comprobar si la sigo teniendo por ahí para ti. Mi sonrisa. No tengo inteción de nada. No tengo voluntades contigo. De arreglarlo, de entenderte, de llevarlo bien ni de llevarlo mal. La mayoría de estas cosas ni siquiera llevan tu nombre. Ahora siento el entumecimiento sin más, sin estado de shock; siento el azul del cielo, siento mi futuro, siento la superficialidad y siento el agujero cuando se abre.
Lo siento. O no me des las gracias.
Se ha acabado.
La espiral esta hecha de bobadas y tonterías. De recuerdos de risas y de besos porque sí. Parecen las memorias de otra persona. Supongo, que como bien dicen, todo esto tiene sentido. Si era fácil estar contigo, tiene que ser fácil dejar de estarlo. No le quito importancia, ni niego para nada lo mucho que me gustaba. Al contrario. Tu y yo no traía dramas, solo empezó y acabó con uno, como todas las cosas en este mundo complicado en el que vivo. Ya sea por mí o por su propia naturaleza, es así.
Después de pocos días y sus pocas noches, he vivido como mi mente levantaba cada mañana afrontándolo de otra manera; se acostaba por la noche con una percepción distinta cada vez. Muchos cambios. Mucho movimiento. Supongo que mis mecanismos de defensa se han activado. Por lo menos en cuanto a dejar que las cosas se sucedan y punto. Me da igual. Me dueles porque siento que mi corazón esta hinchado, y que me has herido en mi consciencia. Pero no me importa ese dolor porque no creo que merezca mi atención. Al igual que no la merecen mis celos ni los retazos de recuerdos que despierta hasta tu ropa. Tu olor no me condenará. Tu semblante quizás tampoco. A tus ojos intentaré ganarles la guerra hasta que sienta que si miraras dentro de mí te darías cuenta de lo que siento . Por ahora no lo sé ni yo.
Tampoco tengo ninguna prisa. Creo ser consciente de las cuatro cosas que me mantienen a flote.
Fácil.
Sensible.
Consciente.
Ocupada.
Menos la primera, todas están siempre ahí conmigo. Y la que no lo está, es algo tuyo y mío y punto.
No soy de piedra, me harto a decirlo. Tampoco estoy tan segura de ser fuerte. Vivo las cosas, me duelen las cosas a mi manera, me afectan como lo hacen y soy como soy. La música me ayuda a no olvidarme de ninguna de esas cosas. Me ayuda a aguantar y me ayuda a romperme todo lo que se que debo y quiero. Pero cierto es, que siento más a menudo vacío y una profunda y estéril tristeza, que el dolor que todo el mundo se sorprende de no encontrar. Incluso yo lo hago. Seguro que tu también te sorprendes.
No lo esperes, no esperes encontrarme derrumbándome, deseando estar en tus brazos, porque nunca lo he hecho. Contigo no lo he necesitado. No éramos de esos; no éramos así. He ahí una bomba de relojería. Tampoco me esperes fingiendo que todo está bien. O lo está o no. Y si no lo está, no me esperes recurriendo a tí para curarme. Si lo está, no me esperes compartiéndolo contigo. Puedes confiar en mí, no vas a dejar de poder hacerlo, aunque ya no tengas ningún interés en ello realmente. Aunque me lo pidieras tantas veces, aunque me dijeras tantas veces lo mucho que te importo, no me lo creo, ninguna de las dos. Porque ya no sé discernir entre tu verdad y tu mentira. Las promesas eran de verdad, los planes también, y ya ves, he tenido que tacharlos todos.
He dejado de conocerte en pocos días, con sus pocas noches y siento como si le hubiera dado al botón de rebobinar hasta hace dos años, cuando no eramos mucho más que dos desconocidos, conectados vagamente por el futuro. Ahora igual, pero nos conecta el pasado. No te dedicaré mucho más que sonrisas, hasta que te des por satisfecho y dejes de comprobar si la sigo teniendo por ahí para ti. Mi sonrisa. No tengo inteción de nada. No tengo voluntades contigo. De arreglarlo, de entenderte, de llevarlo bien ni de llevarlo mal. La mayoría de estas cosas ni siquiera llevan tu nombre. Ahora siento el entumecimiento sin más, sin estado de shock; siento el azul del cielo, siento mi futuro, siento la superficialidad y siento el agujero cuando se abre.
Lo siento. O no me des las gracias.
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