Abres los ojos por la mañana. Deseas quedarte allí, tirada y desperezándote. Deseas que el nuevo día espere a que tú decidas que empiece, pero a la vez te da un cosquilleo por todo el cuerpo de la inmensidad que se abre al pensar que sin tí, el mundo sigue girando; por mucho que vivamos para convencernos de lo contrario.
Fuera se escuchan los pájaros despertar contigo, cantando a ratos. Los coches dejan sus neumáticos en el asfalto cuando suben y se deslizan cuesta abajo. La luz de la habitación cambia con su paso, acompañada por el sol. A través de esas rendijas se cuela la esperanza del día, renovada con otro número y otras letras. Creo que el movimiento de abrir los brazos lo más posible, desafiando la naturalidad; es una de las mejores formas de dejar que entre la mañana.Y que permanecer allí pensando en blanco y negro por la falta de preocupaciones; es de esos placeres que te hacen decidir que hoy si, hoy si puedes con todo. En esos momentos en que tu cabeza se halla llena de tantos quizás. Ese momento en que no has cometido todavía ningún error, no te han decepcionado y no te ha dado tiempo a ponerte de mal humor.
Son el paraíso de una mente caótica por sus conexiones, efervescente, fluctuante [...] , es cuando vuelve a ser inocente y vuelve a vivir de ilusiones y sólo de ilusiones.
Tantas veces he intentado explicar esos maravillosos sueños despierta, los segundos en los que yo termino vidas, las sonrisas que me salen de puro crear. Crear cosas que muchos no entienden.
¿Qué dirías si te digo, que veo como una mariposa vuela, bate sus alas a la velocidad de un colibrí y está recién pintada? Sus alas no son iguales, sus colores destiñen; el amarillo se vuelve azul, el verde entre medias. Y no para de oscurecerse. El naranja y el rojo encuentran un maravilloso equilibrio en el lóbulo más pequeño de un ala. Vuela muy lejos. Y lo siguiente que veo es la ciudad. La ciudad fea. La ciudad bella. Un gran ventanal desde el que observar sencillamente como las cosas se mueven: como vuelven desde sus destinos y como pisan a fondo para ir hacia atrás. El mundo está loco. Todos parecen hormiguitas desde arriba porque se comportan como tales. Vaivén. Y luego están los que miran desde arriba, los que se creen mejores y más poderosos, los que miran por encima del hombro; pero cuando intento encontrarme con las miradas que anhelan ser la envidia de la desidia, el cristal claro e impecable, no me devuelve más que el reflejo. De alguién que no soy. De alguien que jamás he creído ser. Y cierro los ojos muy muy fuerte para que mi reflejo desaparezca. Oigo como se rompe. Camino tropezando con tules, y debatiéndome para respirar apresada por el encaje. Camino, corro, piso la tela y levanto la vista de nuevo. Desesperada. A cada paso me consumo, lucho por llegar antes de acabar en los huesos; subo unas escaleras a tiempo para darme la vuelta y ver qué me persigue, y el retrato de mi cara que veo, se quema sin más.
Mi mente divaga. Mi mente sueña. Mi mente revive con cada despertar. Mi mente despierta cada vez que escribe. Mi mente se acelera cada vez que siento ese cosquilleo de miles de palomas blancas batiendo y recogiéndome, si oigo o siento lo que yo defino como crear.
Y es que os juro que no hay nada más bello que eso. Tan sólo ese sentimiento es para mí suficiente. Para luchar, para amanecer, para llorar; aunque sea solo por intentarlo...
Eligiendo entre cerrar los ojos de nuevo, o estirar las piernas y salir a por el café y el incandescente. Ahí ya hay cientos de errores.
Fuente: analogvisions.tumblr.com
Fuera se escuchan los pájaros despertar contigo, cantando a ratos. Los coches dejan sus neumáticos en el asfalto cuando suben y se deslizan cuesta abajo. La luz de la habitación cambia con su paso, acompañada por el sol. A través de esas rendijas se cuela la esperanza del día, renovada con otro número y otras letras. Creo que el movimiento de abrir los brazos lo más posible, desafiando la naturalidad; es una de las mejores formas de dejar que entre la mañana.Y que permanecer allí pensando en blanco y negro por la falta de preocupaciones; es de esos placeres que te hacen decidir que hoy si, hoy si puedes con todo. En esos momentos en que tu cabeza se halla llena de tantos quizás. Ese momento en que no has cometido todavía ningún error, no te han decepcionado y no te ha dado tiempo a ponerte de mal humor.
Son el paraíso de una mente caótica por sus conexiones, efervescente, fluctuante [...] , es cuando vuelve a ser inocente y vuelve a vivir de ilusiones y sólo de ilusiones.
Tantas veces he intentado explicar esos maravillosos sueños despierta, los segundos en los que yo termino vidas, las sonrisas que me salen de puro crear. Crear cosas que muchos no entienden.
¿Qué dirías si te digo, que veo como una mariposa vuela, bate sus alas a la velocidad de un colibrí y está recién pintada? Sus alas no son iguales, sus colores destiñen; el amarillo se vuelve azul, el verde entre medias. Y no para de oscurecerse. El naranja y el rojo encuentran un maravilloso equilibrio en el lóbulo más pequeño de un ala. Vuela muy lejos. Y lo siguiente que veo es la ciudad. La ciudad fea. La ciudad bella. Un gran ventanal desde el que observar sencillamente como las cosas se mueven: como vuelven desde sus destinos y como pisan a fondo para ir hacia atrás. El mundo está loco. Todos parecen hormiguitas desde arriba porque se comportan como tales. Vaivén. Y luego están los que miran desde arriba, los que se creen mejores y más poderosos, los que miran por encima del hombro; pero cuando intento encontrarme con las miradas que anhelan ser la envidia de la desidia, el cristal claro e impecable, no me devuelve más que el reflejo. De alguién que no soy. De alguien que jamás he creído ser. Y cierro los ojos muy muy fuerte para que mi reflejo desaparezca. Oigo como se rompe. Camino tropezando con tules, y debatiéndome para respirar apresada por el encaje. Camino, corro, piso la tela y levanto la vista de nuevo. Desesperada. A cada paso me consumo, lucho por llegar antes de acabar en los huesos; subo unas escaleras a tiempo para darme la vuelta y ver qué me persigue, y el retrato de mi cara que veo, se quema sin más.
Mi mente divaga. Mi mente sueña. Mi mente revive con cada despertar. Mi mente despierta cada vez que escribe. Mi mente se acelera cada vez que siento ese cosquilleo de miles de palomas blancas batiendo y recogiéndome, si oigo o siento lo que yo defino como crear.
Y es que os juro que no hay nada más bello que eso. Tan sólo ese sentimiento es para mí suficiente. Para luchar, para amanecer, para llorar; aunque sea solo por intentarlo...
Eligiendo entre cerrar los ojos de nuevo, o estirar las piernas y salir a por el café y el incandescente. Ahí ya hay cientos de errores.
Fuente: analogvisions.tumblr.com
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