He tenido que encontrar el momento para volver.
He esperado y he visto como pasaban los días, que de ser cambiantes, pasaron a ser monótonos; meditabundos si de repente aparecías por ellos. Lo decidiste tú. Aparecer. Y además te pareció correcto cuestionar lo que yo por mi parte, había decidido. De verdad que hay muchísimas cosas que no entiendo, y de igual manera, hay otro infinito de ignorancia también para tí.
Puede que te cueste que no te llame cosas bonitas, pero ya no salen. Me decepciona lo poco que eres capaz de ver más allá de las palabras y lo que hago yo o haces tú. Creo que sólo eres capaz de ver un poco más allá de tus propios sentimientos, y resulta que eso a mí, me parece tan pobre y egoísta, como que me pidas perdón. De repente, te has quedado sin esa parte tan preciosa; lo que de verdad hace bellas las cosas... No sé que es, probablemente si lo supiera estallaría. La cuestión es que ya no lo veo.
Si es verdad que sigo siendo sorprendentemente capaz de ser de lo más banal contigo, me haces reír y cuando lo haces me haces recordar cosas. Recordar cosas me hace buscar explicaciones. Explicaciones que o no tienes, o no me das y que yo acabo por tener que parchear inventándolas, intentando entenderte. Pero no lo logro; solo consigo cosas vacías; y si te pregunto, me respondes dubitativo, mientras en un amago de reconfortarme, me repites que, en cualquier caso, no fue culpa mía, da igual cual sea el tema de hoy. Da igual si quiero saber como te va, si intento averiguar si de todo ha salido algo que te haga sentir mejor o explicarte algo que creo necesario que entiendas. Y ese algo, es que no todo está bien. No todo es dar marcha atrás y sonreírme como hace un año. No. Y no quiero repetirme pero tus oídos parecen no entenderme cuando hablo. Quiero que aprendas algo de mi dolor y mi confusión, ya que yo poco estoy aprendiendo de él.
Me duele y me confunde lo que ha pasado, y tiene una razón de ser, a la que he conseguido ponerle palabras: yo no había terminado de quererte. Yo no había terminado de ser feliz así.
Tú sí. Tú lo decidiste, y vives mejor aunque sientas mucho cómo paso. Y por eso me cuesta tanto recordar cosas, porque me entran ganas de seguir queriéndote y de seguir cogiendo tu cara y tocándo tu pelo. Incluso me entran ganas de besarte de nuevo.
He esperado y he visto como pasaban los días, que de ser cambiantes, pasaron a ser monótonos; meditabundos si de repente aparecías por ellos. Lo decidiste tú. Aparecer. Y además te pareció correcto cuestionar lo que yo por mi parte, había decidido. De verdad que hay muchísimas cosas que no entiendo, y de igual manera, hay otro infinito de ignorancia también para tí.
Puede que te cueste que no te llame cosas bonitas, pero ya no salen. Me decepciona lo poco que eres capaz de ver más allá de las palabras y lo que hago yo o haces tú. Creo que sólo eres capaz de ver un poco más allá de tus propios sentimientos, y resulta que eso a mí, me parece tan pobre y egoísta, como que me pidas perdón. De repente, te has quedado sin esa parte tan preciosa; lo que de verdad hace bellas las cosas... No sé que es, probablemente si lo supiera estallaría. La cuestión es que ya no lo veo.
Si es verdad que sigo siendo sorprendentemente capaz de ser de lo más banal contigo, me haces reír y cuando lo haces me haces recordar cosas. Recordar cosas me hace buscar explicaciones. Explicaciones que o no tienes, o no me das y que yo acabo por tener que parchear inventándolas, intentando entenderte. Pero no lo logro; solo consigo cosas vacías; y si te pregunto, me respondes dubitativo, mientras en un amago de reconfortarme, me repites que, en cualquier caso, no fue culpa mía, da igual cual sea el tema de hoy. Da igual si quiero saber como te va, si intento averiguar si de todo ha salido algo que te haga sentir mejor o explicarte algo que creo necesario que entiendas. Y ese algo, es que no todo está bien. No todo es dar marcha atrás y sonreírme como hace un año. No. Y no quiero repetirme pero tus oídos parecen no entenderme cuando hablo. Quiero que aprendas algo de mi dolor y mi confusión, ya que yo poco estoy aprendiendo de él.
Me duele y me confunde lo que ha pasado, y tiene una razón de ser, a la que he conseguido ponerle palabras: yo no había terminado de quererte. Yo no había terminado de ser feliz así.
Tú sí. Tú lo decidiste, y vives mejor aunque sientas mucho cómo paso. Y por eso me cuesta tanto recordar cosas, porque me entran ganas de seguir queriéndote y de seguir cogiendo tu cara y tocándo tu pelo. Incluso me entran ganas de besarte de nuevo.
Pero los recuerdos mueren.
Y lo que recuerdas en un momento se desvanece en con infinita rapidez. Algún día morirán todos aquellos momentos que tengan que hacerlo, y se quedarán aquellos que más daño o más felices me hagan. Aunque tengo la teoria de que los recuerdos no pueden hacerte feliz; pueden serlo o no, pero no llegan tan adentro como para despertar felicidad.
Y cuando se van, es cuando si que estoy molesta, molesta por todo lo que no me has explicado, por la persona en que te has convertido, por no dejarme elegir, por no tener opciones, por tener que forzarme a avanzar sin dejarme aprender todo lo que quería. No estoy estancada en tí. Sólo siento que tu me paraste y yo te salté por encima, mientras todavía una parte de mí, está allí detrás contigo. Pero se va a quedar allí. Sola. Hace una semana que decidí caminar; hace una semana que me dije que no volvería a hacer algo porque lo decidas.
Poco más me queda que dedicarte, pero una cosa más si que se me ocurre que debería explicarte. A Tientas, porque es así como me has dejado. Yo decidí caminar, y si lo hago, no será porque me hayas ayudado. No hay luz y apenas veo a dónde voy, porque no me has dado nada a lo que agarrarme; y yo, además de ser consciente de que ignoras el porqué, soy demasiado orgullosa como para pedírtelas. Dejo que el tiempo pase, que mis ojos se acostumbren a la falta de luz y que mi mente lo haga a los recuerdos para empezar a vislumbrar en la penumbra allí a donde tengo que ir, para salir de este final que detonaste.
Comentarios
Publicar un comentario