Una L romana, y unas cervezas. Una noche que me recuerda un poco el porqué quiero, y por qué prefiero lo que tengo. Una noche calurosa y el frío del temple que intento tener.
Mil y una contradicciones. Mil y una vueltas que le he dado a esto ya. No se si me queda mucho por hacer.
Muchísimas cosas me hacen echarle de menos y otras tantas me hacen olvidarle. Unas hacen que respete la situción y otras hacen que la odie. Unas me llenan de ganas de verle y otras me hacen querer huir de ese momento. Unas me plantean preguntas y otras rehusan de encontrar respuestas.
Mil y una contradicciones. Mil y una caras de mi vida anhelante. Estoy harta de repetirle lo mismo a todo el mundo.
Intento dar orden, intento ponerle una forma a mi cabeza, a todos los pensamientos que confluyen, puede que a lo sumo intente geometrizar a Hysterya que ha vuelto a asomar la cabeza este verano ahora que me doy cuenta, aunque ha cambiado y ya no es tan autoritaria como era antes porque mis gritos y mis malas maneras han asumido durante su ausencia el papel de control. Aunque asi no consigo engañar a nadie.
Es cierto que parece que intento a veces expresar esas cosas como para mi misma, otras veces lo hago para otros y alguna lo habré hecho mediante metáforas enrevesadas, cuyo significado limpio entendería hasta un niño de 8 años; pero por mucho que intente explicar el maldito laberinto mental y de sentimientos en que me he metido, es imposible. Cualquiera de mis opciones es incomprensible y no hay ninguna que pueda llamarse solución. Me canso de toda esta tralla interminable. Me canso de esto. De nosotros.
Y él también me cansa esperando.
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