Por ser joven y sentirme así. Llena de fuerza, pasión y ganas. Una mina sin explotar. Somos minerales en bruto buscando aquello que nos haga sacar todo lo que llevamos dentro.
Somos jóvenes.
Somos libres.
Por esa sensación de llegar a casa y cerrar una parte de tu mundo para abrir otra; más tranquila y sosegada. Ser capaz de fragmentar tu vida y personalidad en tantos cachitos como se te permita y disfrutarlos al cien por cien.
Cambiamos.
Nos adaptamos.
Por aquellas personas que hacen esos momentos verdaderamente especiales e irrepetibles. Lo son ellos; ellos son únicos y nada podrá cambiar el hecho de que les quieras.
Este momento; estos años van a a ser los mejores de nuestra vida. Da igual cuantas personas te defrauden; cuantas otras te hagan sufrir o cuantas puedan hacerte feliz. Tenemos que vivir absolutamente todos los momentos. Sean buenos o malos. Porque eso es lo que hacemos. Vivirlo todo e intensamente.
Y nos gusta.
Nos encanta esa hipersensibilidad, ese desorden mental; nuestra pequeña locura de mundo. Aquí todo es gris. Gris y perfecto para nosotros. Para madurar y aprender a ser esas personas que queremos llegar a ser algún día. Aunque sea a base de golpes.
Todas y cada una de esas caídas han tenido su razón de ser y sus motivos. Todas han servido para algo. Todas han dolido; más o menos que otras. Pero ahora he comprendido algo muy importante: en el suelo tirada, dolorida y cubierta de magulladuras; soy capaz de levantar la vista y lanzar una mirada asesina. Es la mirada joven; enrabietada, enfadada con el mundo, afligida e inexperta que cruza a cualquiera de lado a lado y no deja a nada ni nadie indiferente.
Y eso es precisamente lo que queremos. Hacernos notar.
Somos jóvenes.
Somos libres.
Por esa sensación de llegar a casa y cerrar una parte de tu mundo para abrir otra; más tranquila y sosegada. Ser capaz de fragmentar tu vida y personalidad en tantos cachitos como se te permita y disfrutarlos al cien por cien.
Cambiamos.
Nos adaptamos.
Por aquellas personas que hacen esos momentos verdaderamente especiales e irrepetibles. Lo son ellos; ellos son únicos y nada podrá cambiar el hecho de que les quieras.
Este momento; estos años van a a ser los mejores de nuestra vida. Da igual cuantas personas te defrauden; cuantas otras te hagan sufrir o cuantas puedan hacerte feliz. Tenemos que vivir absolutamente todos los momentos. Sean buenos o malos. Porque eso es lo que hacemos. Vivirlo todo e intensamente.
Y nos gusta.
Nos encanta esa hipersensibilidad, ese desorden mental; nuestra pequeña locura de mundo. Aquí todo es gris. Gris y perfecto para nosotros. Para madurar y aprender a ser esas personas que queremos llegar a ser algún día. Aunque sea a base de golpes.
Todas y cada una de esas caídas han tenido su razón de ser y sus motivos. Todas han servido para algo. Todas han dolido; más o menos que otras. Pero ahora he comprendido algo muy importante: en el suelo tirada, dolorida y cubierta de magulladuras; soy capaz de levantar la vista y lanzar una mirada asesina. Es la mirada joven; enrabietada, enfadada con el mundo, afligida e inexperta que cruza a cualquiera de lado a lado y no deja a nada ni nadie indiferente.
Y eso es precisamente lo que queremos. Hacernos notar.
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