Y así pasaron. Sin nada especial. Se empezó a acumular el tiempo juntos. Día a día, parecías estar allí donde miraba y cuándo te necesitaba. Si, ese trágico momento en el que pasas de importarme más de lo que deberías, a ser la persona con la que constantemente debo hablar para sentirme tranquila al acabar el día.
Me confundí contigo, perdóname. Todavía me cuesta creer que esto empezara a partir de aquí a convertirse en la historia de uno. Así que ignora si en algún momento exagero o idealizo ésta historia. No es mi intención cambiar la realidad. Sólo te puedo contar como yo lo vivía; así pensé que eran las cosas para los dos.
Llámame tonta.
Se mezclan los recuerdos. No consigo identificar el día ni el porqué del cambio. Lo siguiente que me viene a la cabeza fue mi momento de incompresión total. Aquellos días que pasé frustrada por no llegar a ningún lado. Para mí el problema era sencillamente que no parecías querer avanzar.
Pensé, que quizás no querrías reconocer lo que sentías. Me frustraba porque para mí no era tan difícil. Yo que ansiaba ir hacia delante, me veía cada vez más atrás. En los momentos en los que me enfadaba de pura impotencia, la tomaba contigo por supuesto. Ahí empezaron unas discusiones que todavía a día de hoy no han terminado. Te pedía honestidad, que te abrieras a hablar de cosas serias como una persona racional. Tu respuesta: cerrarte en banda, quedar de confuso e indeciso y tratarme de forma más fría y distante.
Siempre lo mismo; una y otra vez por más que intentara arreglar las cosas y explicarte la razón de mis exigencias, tú volvías a la carga con esa actitud tan detestable, que al igual que todo lo demás, tan propia es de tí.
Curiosamente eras únicamente capaz de mantener esa posición cuando no me tenías ante tus ojos. En ése momento, todo se volvía del revés. Yo era fría en respuesta a tu frialdad y tú te volvías humano de nuevo. Diferencia en éste caso: Tú me desarmabas, como siempre has hecho y yo perdía mi tiempo con mi falso orgullo; sin disfrutar de mi ínfimo momento contigo. Tú sin afectarte y yo me veía al final sóla con mis ganas de tí, que solo podía saciar hiriendo mi orgullo de gravedad para no obtener resultados, y volver a lo mismo. Así de asqueroso era todo entonces y así de asqueroso sigue y seguirá siendo todo de vez en cuando. Porque tú eres tú y yo seguiré siendo yo, aunque los "nosotros" hayan quedado vedados y olvidados.
Me confundí contigo, perdóname. Todavía me cuesta creer que esto empezara a partir de aquí a convertirse en la historia de uno. Así que ignora si en algún momento exagero o idealizo ésta historia. No es mi intención cambiar la realidad. Sólo te puedo contar como yo lo vivía; así pensé que eran las cosas para los dos.
Llámame tonta.
Se mezclan los recuerdos. No consigo identificar el día ni el porqué del cambio. Lo siguiente que me viene a la cabeza fue mi momento de incompresión total. Aquellos días que pasé frustrada por no llegar a ningún lado. Para mí el problema era sencillamente que no parecías querer avanzar.
Pensé, que quizás no querrías reconocer lo que sentías. Me frustraba porque para mí no era tan difícil. Yo que ansiaba ir hacia delante, me veía cada vez más atrás. En los momentos en los que me enfadaba de pura impotencia, la tomaba contigo por supuesto. Ahí empezaron unas discusiones que todavía a día de hoy no han terminado. Te pedía honestidad, que te abrieras a hablar de cosas serias como una persona racional. Tu respuesta: cerrarte en banda, quedar de confuso e indeciso y tratarme de forma más fría y distante.
Siempre lo mismo; una y otra vez por más que intentara arreglar las cosas y explicarte la razón de mis exigencias, tú volvías a la carga con esa actitud tan detestable, que al igual que todo lo demás, tan propia es de tí.
Curiosamente eras únicamente capaz de mantener esa posición cuando no me tenías ante tus ojos. En ése momento, todo se volvía del revés. Yo era fría en respuesta a tu frialdad y tú te volvías humano de nuevo. Diferencia en éste caso: Tú me desarmabas, como siempre has hecho y yo perdía mi tiempo con mi falso orgullo; sin disfrutar de mi ínfimo momento contigo. Tú sin afectarte y yo me veía al final sóla con mis ganas de tí, que solo podía saciar hiriendo mi orgullo de gravedad para no obtener resultados, y volver a lo mismo. Así de asqueroso era todo entonces y así de asqueroso sigue y seguirá siendo todo de vez en cuando. Porque tú eres tú y yo seguiré siendo yo, aunque los "nosotros" hayan quedado vedados y olvidados.
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